18.1.13

Lo de No habrá más enemigo






Finalmente he encontrado tiempo para leer uno de los libros que se ha pasado más tiempo en mi mesita de noche. Debo admitir que lo he hecho después de leer las galeradas de 'La Hora Violeta', intrigado por saber como se desenvuelve Sergio del Molino en una novela de ficción.

Y el resultado es atractivo, pero incompleto... No habrá más enemigo son tres relatos en un libro. Tres puntos inconexos con un nexo de unión que falla. En ella encontramos tres hombres (Lenin, León y Herbert) enamorados de una misma mujer, Alejandra. Tres relatos con desigual desempeño entre los que brilla 'Lo de Lenin' con luz propia. Tres relatos transidos de dolor que, de tener que asemejar a algo, a uno le recuerdan al Johnny Cash de 'Hurt', mezclado con el Lou Reed de 'Perfect Day' y al Dylan más psicodélico. Como pueden ver, referentes que traspúan dolor y más dolor. Y no, no pienso excusarme por asemejar literatura a música. Y menos en el caso de Sergio del Molino.

Porque, en definitiva, ese es un muy buen punto de partida para definir la prosa de Sergio del Molino: El dolor. Un dolor mezclado con dotes de muy buena literatura. Un dolor que atrapa y absorbe al lector.

Como ya he apuntado más arriba, del libro, uno se queda con 'Lo de Lenin'. Sin lugar a dudas la parte más lograda y completa del mismo. Sólo por ella ya merece la pena leer el libro.

¿Qué decir de 'Lo de León' y 'Lo de Herbert'? Que después de la primera parte se me hacen incompletas. La segunda por apresurada, la primera por tener la sensación de que existe un cambio de rumbo del intento original a lo que leemos que no ha acabado de ser solventado del todo. Aún y así, (casi) todo queda explicado en la cuarta parte del libro: 'Lo de Sergio', que no es más que una 'excusatio non petita' del autor y las circunstancias de la obra.

Si me permiten, me extiendo un poco más en lo del cambio de rumbo en 'Lo de León': Hay un momento en el que el relato cambia. Hasta ese punto el discurso es mutable, aún no completamente definido, como la memoria de una noche de copas con demasiada neblina: uno sabe como empezó y donde está, pero el camino es, como poco, desdibujado.

Hasta la mitad de ese segundo relato el relato parece pedir, o como mínimo me lo pide a mi, que Lenin y León sean dos caras de una misma moneda. Dos aspectos de una misma persona. Como si Lenin no fuese ni más ni menos que el Tyler Durden de un León con reminiscencias Ellisianas a punto de entrar en un laberinto Borgesiano. Y esto, señores, habría sido la monda...

Más allá de la certeza de que no hay más enemigo que nosotros mismos. Más allá de la epifanía que consiste en quemar la realidad para huir a la fantasía. Más allá de todo este dolor...

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